domingo, 20 de julio de 2008

Credo del dolor

CREO que otorgó Dios el dolor al hombre con designios de amor y de
misericordia.

CREO que Cristo Nuestro Señor ha transformado, santificado y casi divinizado el dolor.

CREO que el dolor es para el alma el gran cooperador de la redención y la santificación.

CREO que el dolor es fecundo tanto, y aún más, a veces, que nuestras
palabras y obras; y más poderosas han sido para nosotros y más eficaces a los ojos de su Padre, las horas de la Pasión de Cristo que los años de su predicación y de su apostolado en la tierra.

CREO que entre las almas, las de este mundo, las que expían (en el
purgatorio) y las que ya han alcanzado la verdadera vida, circula inmensa y no interrumpida corriente, hecha de sufrimientos, de los merecimientos del amor de esas almas; creo que nuestros más íntimos dolores, nuestros más fáciles esfuerzos pueden, por la intervención divina, alcanzar hasta las almas más queridas, próximas o lejanas e influir en ellas llevándoles luz, paz y santidad.

CREO que en la eternidad hallaremos a aquellos que han soportado y abrazado la Cruz y que sus sufrimientos y los nuestros irán a perderse en el infinito amor divino y en las alegrías de la definitiva reunión.

CREO que Dios es amor y que, en sus manos, el dolor no es más que un medio de que se vale su amor para transformarnos y salvarnos.

CREO en la comunión de los Santos, la resurrección de la carne y la vida perdurable.

Amén.

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